Reflexiones que bajo la denominación " Resonancias" ha realizado el miembro del FRP, Carlos Villalba
Resonancias de la escucha a José Maria Vigil
La vida viene en continua transformación y solo puede ser comprendida según el último paradigma
Estamos en el centro
de una metamorfosis y percibimos que lo viejo se extingue. Es un cambio de
época. El ser humano presiente que el gusano ya es mariposa y que sólo si se
descondiciona de los viejos paradigmas (visiones caducadas del mundo) podrá ser
libre y volar.
En lo religioso
hemos funcionado con una visión dualista, habían dos pisos: en el de arriba
vivía el mundo celestial, Dios y sus cortes, mientras el ser humano, batallando
en el piso de abajo, trataba de lograr (mediante ofrendas, ritos, oraciones, comportamientos)
los favores de la corte celestial. Hoy, la explicación mítica de la vida se
extingue; ya no necesitamos explicaciones exteriores (segundos pisos) para
desarrollar un buen vivir, pues entendemos que tenemos autonomía para hacerlo.
Vivimos en una realidad única, y vivimos viniendo desde abajo, no desde arriba.
Hoy, la corriente de
la Vida nos lleva a un natural pluralismo: así, en el aspecto religioso, el
cristianismo no es “el” camino de salvación, en todo caso será “un” camino.
Dios (si queremos hablar así, con esta denominación teísta) no es nuestro Dios,
es de todos. No nos eligió a nosotros para salvar el mundo. En todo caso la
Realidad Primera siempre estaría antes, siempre llegando a todas las personas
antes que nosotros.
Y, por otra parte,
hoy vemos que el ámbito religioso no puede ir fuera o separado de la
naturaleza. La vida nos pide una reconversión a la ecología. Al margen de la
ecología el mundo se muere. En la religión bíblica la Tierra era algo separado
del ser humano; hoy la naturaleza aparece como origen, matriz de vida —Ama
Lurra, Madre Tierra, Pacha Mama— y, por lo tanto, como centro de religiosidad. No procedemos “de
arriba”, como decía la religión, sino de abajo; no de fuera sino de dentro. La
Vida no creó al ser humano en un acto; las manos del ser humano fueron creadas
progresivamente en 850 millones de años. Somos naturaleza, estamos en interacción con todos los seres, “somos
cosmos”, o más propiamente, “somos cosmogénesis”. Nos sentimos Tierra, Tierra
evolucionada, sí, pero ya no el centro (antropocentrismo). Somos una especie
entre muchas, pero una especie que puede hacerse preguntas y que por tanto vive
en la incertidumbre, que es precisamente la posición desde la cual puede avanzar
.
No antropocentrismo,
pues, pero tampoco teísmo (“Dios”—ese otro, allá— no tiene planes para
nosotros, no se arrepiente, no castiga, no premia; no está). Tampoco ateísmo
(si no está, no hay por qué negarlo). Estamos en un posteísmo: puedo seguir
viviendo “lo religioso” o religación con
lo más profundo, pero sin necesidad de un Dios que esté “fuera” como un Gran Tú
que lo domina todo. El nuevo paradigma religioso no conduce a un “panteísmo”
sino a un “panenteísmo” que alude a “lo
divino” o “lo mistérico” en todas las cosas y a la unicidad de todo lo real.
Podemos hablar de divinidad del cosmos, de divinidad de lo real, sin que ninguna
realidad concreta agote el misterio. El Misterio me sucede dentro. El Misterio
es la cualidad profunda de todo lo real y la unicidad de lo real. Ya no podemos
hablar de una realidad colocada en un “segundo piso”.
Esto puede parecer
un final, porque lo anterior se agota y desaparece, pero en el hueco que deja
la ausencia “algo otro” brota y sigue. Al caerse lo antiguo nos quedamos
desnudos; es la sensación producida por
la metamorfosis necesaria. El ser humano “religioso” seguirá, aunque no
ya como gusano sino como mariposa. Y la
mariposa se depositará alegre, confiadamente, en las manos del viento de la
vida1ª ponencia: "Una religión por donde viene la vida: nuevos signos de los tiempos. Nuevos paradigmas"" por José Mª Vigil
Resonancias de la Mesa de Diálogo
La vida viene,
sigue y mejora a través de los cuidados
Cuidamos la vida con la alimentación, que tiene implicaciones físicas, biológicas, éticas,
espirituales, porque comer es nutrición pero también es salud, cultura,
degustación, compartición. Cuidar la vida es comer suficientemente, desde
luego, pero de modo que se deje que otros (todos) coman; es producir alimentos,
desde luego, pero producirlos bien; es alimentarnos en convivencia amable con
los animales. Cuidamos la vida cuando
comemos fresco —productos de temporada y
cercanos—, cuando cocinamos y evitamos alimentos preparados industrialmente a miles de
kilómetros de distancia o los alimentos manipulados genéticamente. Cuidamos la
vida cuando procuramos la soberanía alimentaria, cuando conocemos quién
produce, cómo lo produce, y evitamos modelos de producción que anteponen la
ganancia a la nutrición, a la salud, a la cultura, degustación, compartición…
Protegemos y
tratamos bien a la vida cuidando la salud, que es vivir autorrealizado,
de acuerdo con uno mismo, con calidad y dignidad. La salud es potenciación de
las posibilidades que cada uno tiene para vivir bien, y no se centra en la
patología o discapacidad o disfunción (la salud no se pregunta por el déficit
sino por cuánta vida autorrealizada puede desarrollar una persona). Si la salud
se pone al servicio de la vida pierden sentido las intervenciones sanitarias
que no generen mayor bienestar y en cambio cobran mayor sentido los modos de
relación generativos de bienestar, los modos de relación horizontales (no verticales) en los que el paciente no sólo
recibe sino que también da.
Mesa de dialogo: "la Salud, la educación y la soberanía alimenticia al servicio de la vida"
por Marije Goikoetxea
Mesa de dialogo: "la Salud, la educación y la soberanía alimenticia al servicio de la vida" por Amelia Barquín
Mesa de dialogo: "la Salud, la educación y la soberanía alimenticia al servicio de la vida" por Helen Groom
Resonancias de la escucha a Juan Masía
La vida viene
como profundidad siempre nueva
La vida se nos da
como novedad cuando ejercemos un “concierto en re”: cuando renunciamos a la
visión caduca de la vida para reconvertirnos, reinventarnos, reiniciarnos;
cuando reintentamos en cada ahora despertar la vida, respirarla en profundidad,
contemplar la maravilla del vivir y sentir que estoy vivo y que la vida me
desborda.
Nos puede servir de ejemplo Jesús, al que se
le dio el precioso nombre de “el que vive”, el que despierta el sentido (“vivo
para que haya vida y vida abundante”); él vivió agradecidamente (el
agradecimiento es la expresión religiosa más radical). Es ejemplo de que vivir
es ser vivificado por la Vida y ser partícipe de la creación y resurrección continuas
de la vida. Estar en vitalidad (o espiritualidad, según el término tradicional)
es la manera de vivir que nos vincula a lo que nos da vida. Vivir es descubrir
y tocar el centro de la esfera de la vida. Y entonces trascender es
trasdescender, sumergirse al centro de la esfera y experimentar la hondura. Experimentar que
ahí una luz que me transfigura, y con esa luz crear procesos de vida en lo
cotidiano y colaborar para construir una humanidad que sea sitio de
vivificación mutua. Se trata de dejarse llevar por la potencia de la vida
(“Lázaro, levántate”), despojarse del
miedo y resucitar, vivir ahora. Y llegado el momento, dejar que los vivos se
vayan (“deja que Lázaro se vaya”), pues la muerte es parte de la vida. El morir puede ser ese momento en que la niebla
se disipa y entonces se ve al fin el bello paisaje donde ya se estaba.
En fin, se trata de
pararse, silenciarse, contemplar sin racionalización. No se trata de coger
técnicas orientales para crearme bienestar sino de hacer un proceso interior de
transformación para que fluya vida y vida abundante. Cada uno tenemos la
hermosa invitación a crear algo, a decir las cosas de forma que se cree vida.
Es cuestión de abrirse a la sorpresa de la vida, a su misterio, ahora, sin
darle un sentido grave y trascendente.
“¿Cómo puede ser todo esto” —pregunta el discípulo. “Es como un gato que
trepa la columna” —responde el maestro. “¡Y eso cómo es? —replica el discípulo.
“Pues, pregúntale a la columna” —finaliza el maestro. Es decir, todo esto más
que explicarlo hay que experimentarlo. "Silencio oriental y profundidad de vida"
2ª Ponencia impartida por Juan Masiá
Resonancias de la escucha de Marta Schröder
La vida viene como experiencia
El ser humano trata
de explicarse la vida, y es justo que lo haga, pero bien sabe que lo
fundamental no cabalga en las palabras, porque la vida es “experiencia”. Y la
experiencia o práctica del vivir puede ser profunda y rica, o un simple
transcurrir por la superficie. Vivir en
profundidad es el movimiento de transformación que ocurre en el ser humano
cuando mira las cosas con mirada nueva, cuando mira “con otros ojos”, es decir,
no se limita a ver sólo racionalmente, con la mente, sino que es capaz de
sentirse unido con la vida, de respirar la vida, de vibrar con ella; ver que él
es la vida. “Yo y la vida somos uno”.
La vida que
reflexionamos es la vida de nuestra mente, pero la mente sólo puede tratar de
lo que está descodificado, separado, y así, más que ver la realidad, lo que
hace es interpretar la realidad (la mente es el mejor de los siervos pero el
peor de los amos). Cada uno interpreta la realidad desde su colocación, desde
su punto de vista, desde el cual no
puede ver “todo”. Si pudiéramos ver todo, veríamos que la vida nada deja fuera;
que es incluyente. La vida no pierde nunca nada; “lo que hay” no es vida y
muerte sino vida y nacimiento, continuamente.
Cuando la mente está
en el presente está dentro de la vida, pero cuando está pensando, separa los
elementos de la vida. Pensar ¡qué necesario!, pero sabiendo que el pensamiento
trata de controlar la superficie del mar. Hay vida en la horizontalidad del
mar, pero el mar es más, y sólo en la línea vertical puedo captarlo. La
verticalidad me ofrece, desde arriba, la posibilidad de ver el conjunto, y
desde abajo, la posibilidad de la hondura, donde no hay tormenta sino
imperturbabilidad, silencio (ese otro sitio donde no manda el pensamiento). Ahí
puedo escuchar sin pensar, escuchar sin pelear con las ideas del otro, escuchar
para dejarme llevar por la corriente de “la vida”. Ahí puedo tener la experiencia
de vivir el ahora. El ahora es la casa de lo que sucede en mí.
Lo que me transforma
no es lo que me dicen de la vida sino lo que veo de la vida. Cuando creo que
tengo la verdad sobre la vida no estoy viendo la vida, porque la vida es
espontaneidad, chispa, fogonazo, es entrega a la inspiración. Es la vida la que
crea la mente, por lo tanto la mente es algo valioso, pero ocurre que la mente trata de controlar los fenómenos de
la superficie del mar y mostrar que eso es todo. Así cierra mi apertura y corta
mi eje de verticalidad, mi visión en profundidad y en totalidad, mi visión de
unidad. “Cuando veo que soy todo, eso es amor; cuando veo que soy nada, eso es
sabiduría”, dice la sapiencia hindú. Es que no soy lo que tengo, ni soy lo que
percibo, soy este darme cuenta de que “soy más”, de que me amplío.
La vida viene a través de la construcción colectiva de un Buen Vivir
Hemos ido acumulando
una crisis sistémica, de modelo y civilizatoria. El modelo que ha producido
esta crisis ataca la vida y ha construido “esta cosa escandalosa” que vivimos, que
es tan injusta e inaguantable que el cambio va a venir sí o sí. Pero hay que
decidir si el cambio se hace por la vía de la justicia o por la vía del libre
mercado. El Buen Vivir vendrá si transitamos hacia “otra cosa” que ponga en el
centro la vida. Nos toca pensar qué entendemos por una vida que merezca la pena
ser vivida y hemos de decidir a qué llamamos Buen Vivir y cómo hacerlo posible.
La vida es
vulnerable, interdependiente, ecodependiente ; la vida un conjunto entrelazado
de redes de cuidados. Pero para que un varón “eficiente para el sistema” pueda
estar ahí, otras personas, detrás, se “inmolan” haciendo un trabajo oculto,
invisible, del que no se habla. Ha sido un cúmulo de trabajos socialmente
imprescindibles pero negados. El varón es “autosuficiente” a costa de la dependencia autoinmulada de
muchos, o más precisamente muchas, y a costa de la desigualdad y explotación.
Para desatar esta dependencia hay que sacar a la luz sus perversidades, hablar
de cuáles son los trabajos que se valoran y cuáles no, reconocer la interdepencia y hablar de cómo
gestionarla en términos de igualdad y no de asimetría.
El discurso
neoliberal nos invita a una felicidad individual pero no pone condiciones para
ello (a no ser para unos poquísimos). Frente a ese discurso, hablar de las
dimensiones del Buen Vivir, que han de ser dimensiones universalizables —accesibles
para todos— y respetuosas de la singularidad, de la diferencia, a la que hay
que cuidar como riqueza de la vida pero nunca como factor de desigualdad o
discriminación.
En las maneras como
se construye la vida actualmente hay una tensión irresoluble entre producción y
vida. La producción sigue la lógica del capital, es decir, de la ganancia, y no
tiene en cuenta cuánta vida daña. Para el sistema neoliberal incluso destruir
la vida es rentable; como es rentable producir excedentes humanos, personas que
sobran. La tensión crucial de nuestra época es la que se da entre la vida
privilegiada de unos pocos y la vida sustentable de todos y del planeta.
El capitalismo se
decanta por el proceso de acumulación: los mercados colocados como epicentro de la construcción de la sociedad.
En ese sistema la vida no puede seguir porque
está permanentemente atacada. Para el sistema la vida es una
responsabilidad privada (que cada uno se arregle), feminizada (la mayor carga
la lleva la mujer), invisibilizada (la mayor parte del trabajo está fuera del
mercado y no está pagado). Los trabajos más relacionados con el mantenimiento
de la vida son los menos valorados.
Cuidar la vida es dialogar colectivamente sobre esto para llegar al
acuerdo de sostener la vida y vivirla de forma que merezca ser vivida. Se trata
de garantizar no la acumulación y sí el buen vivir y la facilitación de la vida.
"El buen vivir como responsabilidad colectiva"
4ª Ponencia impartida por Amaia Pérez Orozco
Resonancias de la escucha de José Mª Vigil
La vida viene si nos dejamos llevar por la corriente de la Vida
Confiar en la
corriente de la vida es asumir que la propia concepción de la vida cambia. Las religiones, por ejemplo, nacieron en la
época del nacimiento de la agricultura. La religión era esa “poesía”
(mitología) que daba viabilidad a un pueblo al asignar que su construcción social
era “designio de Dios”. Pero la vida acumula conocimientos y los conocimientos
acumulan innovación. Habiéndose vuelto
ininteligibles para la cultura actual las religiones agrarias, éstas se mueren
y no hay vuelta atrás. Nos toca desarrollar el ars moriendi de las religiones.
No pudiendo ya vivir
lo religioso según el paradigma anterior, ahora nos toca elaborar, crear, decir
modos nuevos de experimentar la vitalidad o calidad humana más profunda, sin
doctrinas y sin ignorar a la naturaleza. Podemos ser autónomos frente a la
heteronomía, podemos decidir frente a la imposición, podemos desdecir las doctrinas que han
perdido sentido. Podemos vivir una
espiritualidad que asuma que hay una sola realidad y no una realidad en dos
pisos (sobrenatural y natural) como querían las religiones. En esta coyuntura
nos toca confiar en que lo que llamábamos fe va ahora por donde va la calidad
de vida de nuestros hijos, nuestros jóvenes. Ellos (al menos algunos) experimentan
nuevas maneras de ir por el mundo de manera vital, autónoma (libre de
doctrinas), responsable (profunda), religada con los seres humanos débiles
(solidaria) y ligada con la naturaleza, con Madre Tierra, único lugar de la
Vida que conocemos. Las nuevas generaciones no tendrán os religión (en el
sentido antiguo) pero estarán “religadas” a la Vida y experimentarán en que,
tras la metamorfosis (cambio de época), las “mariposas” despliegan su vuelo en
cruz: horizontalmente y verticalmente, haciendo que la vida avance en amplitud,
en altura y en profundidad; en belleza.
A nosotros nos toca
confiar. El misterio de la vida nos ha traído hasta aquí. Y aquí, ahora, abandonamos la preocupación de transmitir lo
caduco. Nos emancipamos de lo viejo que
rápidamente perdió sentido, y tratamos de cooperar para crear lo nuevo en estos
tiempos de síntesis (precioso reto y oportunidad). Ya no transmitiremos los
enunciados de la vieja religión —produciría estragos en los jóvenes—, pero lo
de valioso que tenía la sustancia de la religión agraria antigua podrá ser una
suerte de antorcha también para el ser humano actual si confiamos en la
metamorfosis. La mariposa despereza sus alas, vuela. Es la vida queriéndose a
sí misma y desplegándose llena de
belleza y misterio
" Espiritualidad confiada por donde la vida va. Ars moriendi de la religión en este tiempo axial"
5ª Ponencia impartida por José Mª Vigil