Resonancias del XXII Foro

UN CANTO A LA VIDA — RESONANCIAS DEL XXII FORO
Reflexiones que bajo la denominación " Resonancias" ha realizado el miembro del FRP, Carlos Villalba

Resonancias de la escucha a José Maria Vigil
La vida viene en continua transformación y solo puede ser comprendida según el último paradigma

Estamos en el centro de una metamorfosis y percibimos que lo viejo se extingue. Es un cambio de época. El ser humano presiente que el gusano ya es mariposa y que sólo si se descondiciona de los viejos paradigmas (visiones caducadas del mundo) podrá ser libre y volar.
En lo religioso hemos funcionado con una visión dualista, habían dos pisos: en el de arriba vivía el mundo celestial, Dios y sus cortes, mientras el ser humano, batallando en el piso de abajo, trataba de lograr (mediante ofrendas, ritos, oraciones, comportamientos) los favores de la corte celestial. Hoy, la explicación mítica de la vida se extingue; ya no necesitamos explicaciones exteriores (segundos pisos) para desarrollar un buen vivir, pues entendemos que tenemos autonomía para hacerlo. Vivimos en una realidad única, y vivimos viniendo desde abajo, no desde arriba.
Hoy, la corriente de la Vida nos lleva a un natural pluralismo: así, en el aspecto religioso, el cristianismo no es “el” camino de salvación, en todo caso será “un” camino. Dios (si queremos hablar así, con esta denominación teísta) no es nuestro Dios, es de todos. No nos eligió a nosotros para salvar el mundo. En todo caso la Realidad Primera siempre estaría antes, siempre llegando a todas las personas antes que nosotros.
Y, por otra parte, hoy vemos que el ámbito religioso no puede ir fuera o separado de la naturaleza. La vida nos pide una reconversión a la ecología. Al margen de la ecología el mundo se muere. En la religión bíblica la Tierra era algo separado del ser humano; hoy la naturaleza aparece como origen, matriz de vida —Ama Lurra, Madre Tierra, Pacha Mama— y, por lo tanto, como  centro de religiosidad. No procedemos “de arriba”, como decía la religión, sino de abajo; no de fuera sino de dentro. La Vida no creó al ser humano en un acto; las manos del ser humano fueron creadas progresivamente en 850 millones de años. Somos naturaleza,  estamos en interacción con todos los seres, “somos cosmos”, o más propiamente, “somos cosmogénesis”. Nos sentimos Tierra, Tierra evolucionada, sí, pero ya no el centro (antropocentrismo). Somos una especie entre muchas, pero una especie que puede hacerse preguntas y que por tanto vive en la incertidumbre, que es precisamente la posición desde la cual puede avanzar .
No antropocentrismo, pues, pero tampoco teísmo (“Dios”—ese otro, allá— no tiene planes para nosotros, no se arrepiente, no castiga, no premia; no está). Tampoco ateísmo (si no está, no hay por qué negarlo). Estamos en un posteísmo: puedo seguir viviendo “lo religioso”  o religación con lo más profundo, pero sin necesidad de un Dios que esté “fuera” como un Gran Tú que lo domina todo. El nuevo paradigma religioso no conduce a un “panteísmo” sino a un “panenteísmo” que alude  a “lo divino” o “lo mistérico” en todas las cosas y a la unicidad de todo lo real. Podemos hablar de divinidad del cosmos, de divinidad de lo real, sin que ninguna realidad concreta agote el misterio. El Misterio me sucede dentro. El Misterio es la cualidad profunda de todo lo real y la unicidad de lo real. Ya no podemos hablar de una realidad colocada en un “segundo piso”.
Esto puede parecer un final, porque lo anterior se agota y desaparece, pero en el hueco que deja la ausencia “algo otro” brota y sigue. Al caerse lo antiguo nos quedamos desnudos; es la sensación producida por  la metamorfosis necesaria. El ser humano “religioso” seguirá, aunque no ya como  gusano sino como mariposa. Y la mariposa se depositará alegre, confiadamente, en las manos del viento de la vida


1ª ponencia: "Una religión por donde viene la vida: nuevos signos de los tiempos. Nuevos paradigmas"" por José Mª Vigil


Resonancias de la Mesa de Diálogo
La vida viene, sigue y mejora a través de los cuidados 
 Cuidamos la vida con la alimentación, que tiene implicaciones físicas, biológicas, éticas, espirituales, porque comer es nutrición pero también es salud, cultura, degustación, compartición. Cuidar la vida es comer suficientemente, desde luego, pero de modo que se deje que otros (todos) coman; es producir alimentos, desde luego, pero producirlos bien; es alimentarnos en convivencia amable con los animales.  Cuidamos la vida cuando comemos  fresco —productos de temporada y cercanos—, cuando cocinamos y evitamos alimentos  preparados industrialmente a miles de kilómetros de distancia o los alimentos manipulados genéticamente. Cuidamos la vida cuando procuramos la soberanía alimentaria, cuando conocemos quién produce, cómo lo produce, y evitamos modelos de producción que anteponen la ganancia a la nutrición, a la salud, a la cultura, degustación, compartición…
Protegemos y tratamos bien a la vida cuidando la salud, que es vivir autorrealizado, de acuerdo con uno mismo, con calidad y dignidad. La salud es potenciación de las posibilidades que cada uno tiene para vivir bien, y no se centra en la patología o discapacidad o disfunción (la salud no se pregunta por el déficit sino por cuánta vida autorrealizada puede desarrollar una persona). Si la salud se pone al servicio de la vida pierden sentido las intervenciones sanitarias que no generen mayor bienestar y en cambio cobran mayor sentido los modos de relación generativos de bienestar, los modos de relación horizontales (no  verticales) en los que el paciente no sólo recibe sino que también da.
Desarrollamos y mejoramos la vida a través de la educación, que despierta la orientación hacia una vida buena, que da a conocer lo que es vital, que desarrolla la integración de los más débiles y pequeños, de los inmigrantes (para éstos la escuela puede ser el sitio de oportunidades y de encuentro con diferentes


Mesa de dialogo: "la Salud, la educación y la soberanía alimenticia al servicio de la vida" 
por Marije Goikoetxea


Mesa de dialogo: "la Salud, la educación y la soberanía alimenticia al servicio de la vida" por Amelia Barquín 



Mesa de dialogo: "la Salud, la educación y la soberanía alimenticia al servicio de la vida" por Helen Groom

 Resonancias de la escucha a Juan Masía
 La vida viene como profundidad siempre nueva

La vida se nos da como novedad cuando ejercemos un “concierto en re”: cuando renunciamos a la visión caduca de la vida para reconvertirnos, reinventarnos, reiniciarnos; cuando reintentamos en cada ahora despertar la vida, respirarla en profundidad, contemplar la maravilla del vivir y sentir que estoy vivo y que la vida me desborda.
 Nos puede servir de ejemplo Jesús, al que se le dio el precioso nombre de “el que vive”, el que despierta el sentido (“vivo para que haya vida y vida abundante”); él vivió agradecidamente (el agradecimiento es la expresión religiosa más radical). Es ejemplo de que vivir es ser vivificado por la Vida y ser partícipe de la creación y resurrección continuas de la vida. Estar en vitalidad (o espiritualidad, según el término tradicional) es la manera de vivir que nos vincula a lo que nos da vida. Vivir es descubrir y tocar el centro de la esfera de la vida. Y entonces trascender es trasdescender, sumergirse al centro de la esfera  y experimentar la hondura. Experimentar que ahí una luz que me transfigura, y con esa luz crear procesos de vida en lo cotidiano y colaborar para construir una humanidad que sea sitio de vivificación mutua. Se trata de dejarse llevar por la potencia de la vida (“Lázaro, levántate”), despojarse  del miedo y resucitar, vivir ahora. Y llegado el momento, dejar que los vivos se vayan (“deja que Lázaro se vaya”), pues la muerte es parte de la vida. El  morir puede ser ese momento en que la niebla se disipa y entonces se ve al fin el bello paisaje donde ya se estaba.
En fin, se trata de pararse, silenciarse, contemplar sin racionalización. No se trata de coger técnicas orientales para crearme bienestar sino de hacer un proceso interior de transformación para que fluya vida y vida abundante. Cada uno tenemos la hermosa invitación a crear algo, a decir las cosas de forma que se cree vida. Es cuestión de abrirse a la sorpresa de la vida, a su misterio, ahora, sin darle un sentido grave y trascendente.  “¿Cómo puede ser todo esto” —pregunta el discípulo. “Es como un gato que trepa la columna” —responde el maestro. “¡Y eso cómo es? —replica el discípulo. “Pues, pregúntale a la columna” —finaliza el maestro. Es decir, todo esto más que explicarlo hay que experimentarlo. 



"Silencio oriental y profundidad de vida"
2ª Ponencia impartida por Juan Masiá 

Resonancias de la escucha de Marta Schröder
La vida viene como experiencia

El ser humano trata de explicarse la vida, y es justo que lo haga, pero bien sabe que lo fundamental no cabalga en las palabras, porque la vida es “experiencia”. Y la experiencia o práctica del vivir puede ser profunda y rica, o un simple transcurrir por la superficie.  Vivir en profundidad es el movimiento de transformación que ocurre en el ser humano cuando mira las cosas con mirada nueva, cuando mira “con otros ojos”, es decir, no se limita a ver sólo racionalmente, con la mente, sino que es capaz de sentirse unido con la vida, de respirar la vida, de vibrar con ella; ver que él es la vida. “Yo y la vida somos uno”.
La vida que reflexionamos es la vida de nuestra mente, pero la mente sólo puede tratar de lo que está descodificado, separado, y así, más que ver la realidad, lo que hace es interpretar la realidad (la mente es el mejor de los siervos pero el peor de los amos). Cada uno interpreta la realidad desde su colocación, desde su  punto de vista, desde el cual no puede ver “todo”. Si pudiéramos ver todo, veríamos que la vida nada deja fuera; que es incluyente. La vida no pierde nunca nada; “lo que hay” no es vida y muerte sino vida y nacimiento, continuamente.
Cuando la mente está en el presente está dentro de la vida, pero cuando está pensando, separa los elementos de la vida. Pensar ¡qué necesario!, pero sabiendo que el pensamiento trata de controlar la superficie del mar. Hay vida en la horizontalidad del mar, pero el mar es más, y sólo en la línea vertical puedo captarlo. La verticalidad me ofrece, desde arriba, la posibilidad de ver el conjunto, y desde abajo, la posibilidad de la hondura, donde no hay tormenta sino imperturbabilidad, silencio (ese otro sitio donde no manda el pensamiento). Ahí puedo escuchar sin pensar, escuchar sin pelear con las ideas del otro, escuchar para dejarme llevar por la corriente de “la vida”. Ahí puedo tener la experiencia de vivir el ahora. El ahora es la casa de lo que sucede en mí.  
Lo que me transforma no es lo que me dicen de la vida sino lo que veo de la vida. Cuando creo que tengo la verdad sobre la vida no estoy viendo la vida, porque la vida es espontaneidad, chispa, fogonazo, es entrega a la inspiración. Es la vida la que crea la mente, por lo tanto la mente es algo valioso, pero ocurre que  la mente trata de controlar los fenómenos de la superficie del mar y mostrar que eso es todo. Así cierra mi apertura y corta mi eje de verticalidad, mi visión en profundidad y en totalidad, mi visión de unidad. “Cuando veo que soy todo, eso es amor; cuando veo que soy nada, eso es sabiduría”, dice la sapiencia hindú. Es que no soy lo que tengo, ni soy lo que percibo, soy este darme cuenta de que “soy más”, de que me amplío.

Resonancias de la escucha de Amaia Pérez Orozco
La vida viene a través de la construcción colectiva de un Buen Vivir

Hemos ido acumulando una crisis sistémica, de modelo y civilizatoria. El modelo que ha producido esta crisis ataca la vida y ha construido “esta cosa escandalosa” que vivimos, que es tan injusta e inaguantable que el cambio va a venir sí o sí. Pero hay que decidir si el cambio se hace por la vía de la justicia o por la vía del libre mercado. El Buen Vivir vendrá si transitamos hacia “otra cosa” que ponga en el centro la vida. Nos toca pensar qué entendemos por una vida que merezca la pena ser vivida y hemos de decidir a qué llamamos Buen Vivir y cómo hacerlo posible.
La vida es vulnerable, interdependiente, ecodependiente ; la vida un conjunto entrelazado de redes de cuidados. Pero para que un varón “eficiente para el sistema” pueda estar ahí, otras personas, detrás, se “inmolan” haciendo un trabajo oculto, invisible, del que no se habla. Ha sido un cúmulo de trabajos socialmente imprescindibles pero negados. El varón es “autosuficiente”  a costa de la dependencia autoinmulada de muchos, o más precisamente muchas, y a costa de la desigualdad y explotación. Para desatar esta dependencia hay que sacar a la luz sus perversidades, hablar de cuáles son los trabajos que se valoran y cuáles no,  reconocer la interdepencia y hablar de cómo gestionarla en términos de igualdad y no de asimetría.
El discurso neoliberal nos invita a una felicidad individual pero no pone condiciones para ello (a no ser para unos poquísimos). Frente a ese discurso, hablar de las dimensiones del Buen Vivir, que han de ser dimensiones universalizables —accesibles para todos— y respetuosas de la singularidad, de la diferencia, a la que hay que cuidar como riqueza de la vida pero nunca como factor de desigualdad o discriminación.
En las maneras como se construye la vida actualmente hay una tensión irresoluble entre producción y vida. La producción sigue la lógica del capital, es decir, de la ganancia, y no tiene en cuenta cuánta vida daña. Para el sistema neoliberal incluso destruir la vida es rentable; como es rentable producir excedentes humanos, personas que sobran. La tensión crucial de nuestra época es la que se da entre la vida privilegiada de unos pocos y la vida sustentable de todos y del planeta.  
El capitalismo se decanta por el proceso de acumulación: los mercados colocados como  epicentro de la construcción de la sociedad. En ese sistema la vida no puede seguir porque  está permanentemente atacada. Para el sistema la vida es una responsabilidad privada (que cada uno se arregle), feminizada (la mayor carga la lleva la mujer), invisibilizada (la mayor parte del trabajo está fuera del mercado y no está pagado). Los trabajos más relacionados con el mantenimiento de la vida son los menos valorados.  Cuidar la vida es dialogar colectivamente sobre esto para llegar al acuerdo de sostener la vida y vivirla de forma que merezca ser vivida. Se trata de garantizar no la acumulación y sí el buen vivir y la facilitación de la vida.





"El buen vivir como responsabilidad colectiva"
4ª Ponencia impartida por Amaia Pérez Orozco

  Resonancias de la escucha de José Mª Vigil
 La vida viene si nos dejamos llevar por la corriente de la Vida

Confiar en la corriente de la vida es asumir que la propia concepción de la vida cambia.  Las religiones, por ejemplo, nacieron en la época del nacimiento de la agricultura. La religión era esa “poesía” (mitología) que daba viabilidad a un pueblo al asignar que su construcción social era “designio de Dios”. Pero la vida acumula conocimientos y los conocimientos acumulan innovación.  Habiéndose vuelto ininteligibles para la cultura actual las religiones agrarias, éstas se mueren y no hay vuelta atrás. Nos toca desarrollar el ars moriendi de las religiones.
No pudiendo ya vivir lo religioso según el paradigma anterior, ahora nos toca elaborar, crear, decir modos nuevos de experimentar la vitalidad o calidad humana más profunda, sin doctrinas y sin ignorar a la naturaleza. Podemos ser autónomos frente a la heteronomía, podemos decidir frente a la imposición,  podemos desdecir las doctrinas que han perdido  sentido. Podemos vivir una espiritualidad que asuma que hay una sola realidad y no una realidad en dos pisos (sobrenatural y natural) como querían las religiones. En esta coyuntura nos toca confiar en que lo que llamábamos fe va ahora por donde va la calidad de vida de nuestros hijos, nuestros jóvenes. Ellos (al menos algunos) experimentan nuevas maneras de ir por el mundo de manera vital, autónoma (libre de doctrinas), responsable (profunda), religada con los seres humanos débiles (solidaria) y ligada con la naturaleza, con Madre Tierra, único lugar de la Vida que conocemos. Las nuevas generaciones no tendrán os religión (en el sentido antiguo) pero estarán “religadas” a la Vida y experimentarán en que, tras la metamorfosis (cambio de época), las “mariposas” despliegan su vuelo en cruz: horizontalmente y verticalmente, haciendo que la vida avance en amplitud, en altura y en profundidad; en belleza.
A nosotros nos toca confiar. El misterio de la vida nos ha traído hasta aquí. Y aquí, ahora,  abandonamos la preocupación de transmitir lo caduco. Nos emancipamos  de lo viejo que rápidamente perdió sentido, y tratamos de cooperar para crear lo nuevo en estos tiempos de síntesis (precioso reto y oportunidad). Ya no transmitiremos los enunciados de la vieja religión —produciría estragos en los jóvenes—, pero lo de valioso que tenía la sustancia de la religión agraria antigua podrá ser una suerte de antorcha también para el ser humano actual si confiamos en la metamorfosis. La mariposa despereza sus alas, vuela. Es la vida queriéndose a sí misma y  desplegándose llena de belleza y misterio 


 
 " Espiritualidad confiada por donde la vida va. Ars moriendi de la religión en este tiempo axial"
5ª Ponencia impartida por José Mª Vigil